Período histórico: Edad Moderna.
Cronología: Siglo XVI.
Estilo: Renacimiento.
Descripción:
Escudo con boca cuadrangular apuntada y sobre campo cuartelado:
1º) y 4º) Seis fajas ajedrezadas. Armas de Sotomayor.
2º) y 3º) Dos castillos donjonados de tres piezas de lo mismo, mantelado un león coronado. Armas de Enríquez. Al timbre, corona condal.
Historia de la pieza:
Historia de la pieza: Este escudo representa el enlace de don Gutierre III de Sotomayor (1474-1484) con doña Teresa Enríquez. Él era hijo de Alfonso I de Sotomayor y de doña Elvira de Stúñiga, fundadora del convento de Santa Clara de la Columna en Belalcázar, en tanto que doña Teresa era hija del almirante de Castilla, primo hermano de Fernando el Católico (Vid. CABRERA MUÑOZ, E. El condado de Belalcázar (1444-1518). Aportación al estudio del régimen señorial en la Baja Edad Media. Monte de Piedad y Caja de Ahorros. Córdoba, 1977). Ésta última fue quien llevó a cabo su deseo de fundar el convento de San Francisco de los Mártires de Marruecos. La bula fue otorgada por Inocencio VIII el 14 de septiembre de 1486. De aquel convento sólo queda la iglesia, que ha pasado numerosas vicisitudes, y hoy urge su restauración inmediata, dado su lamentable estado y el peligro de derrumbamiento.
Como paralelismos de este blasón podemos citar los ejemplares ubicados en el castillo y en el inmueble que ocupó antiguamente la Administración de la Casa de Osuna, en la calle Blas Infante, 15. En el que aquí recogemos se trata ya de una simbiosis en la misma pieza de las armas de los Sotomayor y Enríquez, que en los otros ejemplos citados aparecían por separado. Reside su interés, por una parte, en su precisa datación, dado el conocimiento de las circunstancias de la fundación por doña Teresa Enríquez, y por otra, en su pertenencia a la familia condal convirtiéndose así en testimonio de las importantes empresas artísticas que acometió en Belalcázar y algunos de los municipios más señalados de los que integraron dicho condado durante la Baja Edad Media. Al mismo tiempo, es posible apreciar la evolución que se ha producido desde el punto de vista de la ciencia del blasón en cuestión de unos cuantos años. Así, en los paralelismos más arriba apuntados, los linajes aparecen representados individualmente: un linaje por cada blasón. En cambio, en el caso de San Francisco, se observa una evolución al aparecer dos juntos en el mismo y además, timbrados por una corona condal mucho más visible. La historia de esta fundación aparece recogida por varios autores: V.V.A.A. (Dir.: Bernier Luque, J.). Catálogo artístico y monumental de la provincia de Córdoba. Diputación Provincial. Córdoba, 1981, t. 1, p. 223. RAMÍREZ DE ARELLANO, R. (Con notas de J. Valverde Madrid). Inventario monumental y artístico de la provincia de Córdoba. Monte de Piedad y Caja de Ahorros. Córdoba, 1982, pp. 469-470). V.V.A.A. Guía artística de la provincia de Córdoba. (Dir.: Villar Movellán, A.). Universidad de Córdoba, 1995, p. 272).
El convento, fundado en 1488, fue concluido en 1490, aunque después conoció la adición de capillas durante la segunda mitad del XVI. El interior consta de una sola nave con cubierta de bóveda de cañón y se trasluce al exterior mediante la portada que analizaremos con más detenimiento por estar en ella el escudo que aquí se recoge.
En la fachada se aprecian varios sistemas de aparejo y diferentes materiales. Así, la parte central que bordea a la portada figura con grandes sillares de granito, la piedra característica del entorno, bien trabada aunque de tamaño no muy regular. En el segundo cuerpo se aprecia un cambio, pues aparece sillarejo y mampostería, mientras que la portada fue realizada con ladrillo que debió ser enlucido y enfoscado originalmente, aunque en la actualidad el cuerpo aparece bajo encalado y el superior con restos de enlucido.
Aunque en el lado derecho de la fachada, según nos situamos frente a ella, se encuentran las casas del pueblo adosadas
perpendicularmente formando la calle San Francisco, lo cierto es que en el lado contrario se aprecian dos grandes contrafuertes, el exterior más alto que el interior, que actúan como contrarresto del muro de carga de la bóveda.
Una pequeña espadaña con arco de medio punto peraltado se alza entre dichos contrafuertes y la portada. Ésta, obra ya renacentista, pero con resabios góticos, se compone de dos cuerpos. El primero alberga la puerta en forma de arco de medio punto rebajado entre pares de columnas sobre altos plintos. Los capiteles aparecen sin labrar. Separado por una cornisa se eleva el segundo cuerpo, con pequeña hornacina central de medio punto, acompañada por triple juego de pilastras a cada lado. Cierra la portada en forma de arco que recuerda mucho el trebolado típico del gótico de segunda mitad del XV y que tan arraigado se mostró en la arquitectura realizada bajo los condes de Belalcázar durante la época de esplendor. Culminando la parte superior de este arco y albergado por él se halla el escudo. Por encima, se abrió un óculo, hoy cegado, terminándose la fachada en piñón. A la derecha sobresale el campanario, levantado con sillares y alternando huecos de medio punto bien solos, bien pareados.
A pesar de que los datos históricos dan como cronología el período que abarca desde 1488 a 1490, hay que señalar que
la portada debió concluirse ya a principios del XVI, porque responde a esquemas renacentistas, especialmente los dos cuerpos bajos, y sólo se aprecia el resabio goticista en el arco que culmina el conjunto.
Desde aquí hacemos una llamada a las autoridades competentes para que intervengan lo antes posible en este valioso templo, único testimonio de la rama masculina de los franciscanos en el entorno a lo que cabría añadir su valor
histórico como fundación de los condes de Belalcázar, que lo concibieron como panteón familiar. Destacaremos, como valor complementario, la figura de fray Juan de la Puebla, quien renunció al título condal para dirigir la Santa Provincia de los Ángeles de la Orden de franciscanos.
Añadiremos la inquietud de los belalcazareños por evitar la pérdida irreparable de esta iglesia que para ellos tiene un valor inestimable al ser un significativo hito de su tradición religiosa y patrimonial.