Período histórico: Edad Moderna.
Cronología: Segunda mitad del siglo XV.
Estilo: Gótico.
Descripción:
Escudo con boca mixtilínea y, sobre campo sencillo, una banda y una cadena de ocho eslabones puesta en orla. Al timbre, una corona. Armas de los Zúñiga.
Historia de la pieza:
El escudo de los Zúñiga figura descrito con sus esmaltes de la siguiente manera: de plata la banda de sable y la cadena de oro de ocho eslabones puesta en orla. Su presencia aquí queda justificada por tratarse del escudo de doña Elvira de Zúñiga, condesa de Belalcázar por su matrimonio con Alfonso I de Sotomayor. Esta inmueble albergó la Administración de la Casa de Osuna y, al parecer, los escudos que figuran en la fachada labrados en piedra proceden del castillo (V.V.A.A. Catálogo artístico y monumental de la provincia de Córdoba. Diputación Provincial. Córdoba, 1981, t. 1, p. 231). No hay más que ver el enorme parecido entre estos y los que aún decoran las finas columnillas que sirven de soporte a los grandes ventanales de traza gótica que se contemplan en el castillo. Se ha fijado la cronología de estos escudos, teniendo en cuenta los paralelismos con los que aparecen en la iglesia parroquial de San Juan Bautista de Hinojosa del Duque, concretamente en una ventana al exterior junto a la sacristía, pertenecientes a los Zúñiga y Sotomayor y que pueden ser fechados en 1531 por la inscripción. Sin embargo, los de la calle Blas Infante son anteriores, según se deduce de sus compañeros que aún se encuentran en su ubicación original en el castillo (veáse las fichas correspondientes a éstos). A partir de la concesión del señorío de Gahete -constituido por varias poblaciones en el reino de Toledo, como la Puebla de Alcocer, y en Córdoba por Gahete e Hinojosa, entre otras- a don Gutierre de Sotomayor, maestre de Alcántara, por Juan II, después de su intervención en la batalla de Olmedo, la población va a vivir quizás uno de sus momentos más esplendorosos, lo que repercutirá favorablemente en diversas manifestaciones artísticas, pues a partir de entonces se prodigan las fundaciones por parte de esta familia, empezando por el propio castillo, mole granítica impresionante, que se construyó en el lugar donde primitivamente estaba el poblamiento (“ciudad cerrada del castrello”), hasta el especial favorecimiento de los franciscanos, tanto en su rama femenina como masculina, dado que el descendiente de los primeros condes, Gutierre II, convertido en fray Juan de la Puebla, tras haber sido jerónimo en Guadalupe y haber tomado el hábito franciscano, desarrolló un papel primordial en la fundación de la provincia de los Ángeles y en todo el movimiento eremítico desplegado en torno a Hornachuelos.
Será don Gutierre quien inicie los pasos para el progresivo e imparable fortalecimiento del condado de Belalcázar a través de su propio matrimonio con doña Leonor de Guzmán, hija de los condes de Niebla. Mediante propicios entronques de los titulares del condado con linajes del más elevado rango de la sociedad del momento, dicho condado alcanzará con el paso del tiempo el título de ducado. Así, el mayorazgo emprendido por don Gutierre se verá prontamente robustecido por el matrimonio de su hijo Alfonso I de Sotomayor con doña Evira de Stúñiga hacia 1450. Ella era hija de don Álvaro de Stúñiga, conde de Plasencia, miembro de una de la familias castellanas más ilustres, cuyos estados se centraban en Extremadura.
Comienza así una relación entres los Stúñiga y los Sotomayor que recibirá su impulso definitivo a principios del s. XVI.
Doña Elvira de Stúñiga, condesa de Belalcázar, fue la fundadora del convento de Santa Clara de la Columna.
Arquitectónicamente, la casa muestra una extensa fachada a la calle Blas Infante, una de las arterias más importantes de Belalcázar. Se distribuye en torno a dos plantas que, en conjunto, carecen de elementos ornamentales sobresalientes. En la baja se encuentra la sencilla entrada, con simple marco adintelado y la antigua entrada de carruajes, recercada de piedra granítica. Dos ventanales que arrancan del zócalo iluminan las estancias que dan a la calle. En la planta alta tan sólo se encuentran dos ventanales no muy grandes y el balcón, también dentro de ese estilo sobrio propio del norte, y donde únicamente destaca el gran balcón de forja. Entre estos vanos se colocaron un total de cinco escudos nobiliarios, más dos piezas talladas en relieve con la forma de la cruz sobre el orbe y una cartela, que quedaron dispuestas en ambos extremos de la fachada.
Además del escudo aquí recogido de Zúñiga o Stúñiga, se encuentran los ejemplares correspondientes al linaje de los Enríquez y los Sotomayor.